viernes, 6 de febrero de 2015

Sospechar no es lo mismo que saber

El sábado 24 confirmamos lo que yo venía presintiendo desde el jueves, mínimo, aunque la realidad es que me lo vi venir desde antes, pero como a veces no se sabe distinguir entre la intuición y el deseo me callé la boca. El jueves me sentí pésimo: pésimo. No sólo sentía molestias en el bajo vientre -como si de un momento a otro debiera salir corriendo al baño-, sino que ese mismo huracán de pronto se trasladaba a la zona del estómago y del esófago. Subía y bajaba como el demonio mismo de tasmania. Bueno, pensé, todavía me puede venir. Mañana me puede venir, lo más bien. Esto ya me pasó antes, mamu, ¿te acordás? me hice el evatest, dio negativo y a la mañana siguiente MAGIA me vino.
Bueno. El viernes tampoco me vino y además me sentía peor. A la tarde fui al farmachiti y me compré el test, uno barato. También me compré toallitas, por las dudas. Tenía plan a y plan b.
Intenté retener el pis por 3 horas, como indicaba el prospecto, pero casi me desmayo.
Me fui a acostar y como habitualmente me levanté a orinar en medio de la noche. Serían las 2 am. Me fui a dormir al living, estaba re pasada. Se hicieron las 5. Esperé casi hasta las 6 para que al menos fuera más de día.
Y después, bueno. Mear en una tacita divina que robamos del avión de Turkish, sumergir el coso reactivo, solita mi alma, y volver a la cama a esperar que pasen los 5 minutos. TACA TACA TACA TACA. Nervios a mil quinientos kilómetros por hora. Él dormido, porque son las 6 am. Tiempo cumplido y voy. Me tiemblan las piernas cuando me asomo y veo lo que son claramente dos rayitas. Tomo el coso y camino los dos pasos que separan el baño de la habitación. Lagrimeo y muevo la cabeza en un sí confuso. Todo es confuso ahora. ¿Seguimos durmiendo un rato más?, sugiere él. CLARO QUE NO.
Empezamos.

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