domingo, 29 de mayo de 2016

ta ta ta ta

Tengo que hacer el intento de poner en forma de palabras algunas cosas, Julia, porque estoy en deuda con ellas -las palabras-.
Te explico: las palabras son muy buenas amigas mías porque hacen cosas hermosas con lo feo y con lo triste, y porque hacen visible lo invisible. Y también porque saben dejar ciertas cosas bajo un prudente misterio.

Quiero escribirte, entonces, muchas palabras amigas para que puedas recordar estos momentos de ta ta ta ta. La memoria tiene palabras, imágenes, sonidos, olores, sabores. Algunas cosas las guardamos en fotos. Otras en videos. Los olores -ya verás- volverán una tarde cualquiera, lejos de casa; o una mañana, o una noche... en fin; los olores vuelven sin avisar y te sopapean en medio de cualquier situación. Los sabores, bueno... a esos, a veces, hay que recrearlos. Por eso me gusta tanto cocinar.
Pero las palabras tienen esa forma tan elegante de ser memoria. Quedan escritas (en un papel, o en una computadora; también las hay fijadas en la mente) y se llenan de tiempo, y engordan de distancia. Las palabras-memoria no pueden disimular su condición de espejismo. Están -como esto que escribo ahora- donde antes no había nada. Lo que pienso ahora que estoy escribiendo no es exactamente la maraña de cosas que estaban en mi cabeza antes de iniciar el acto de escribir. Las palabras-memoria, Julia, se inventan a sí mismas.
Así es que me siento y escribo para dejarlas salir, para que existan y hagan un poco más grande este instante de vida en el que a vos te gusta repetir que ta ta ta ta; a veces hei, heidi, dei, deie. Esas son tus palabras, que están en deuda con vos por hacerlas tan hermosas y cómicas; por hacerlas sonar con tan grande regocijo. Yo las tomo prestadas para este mensaje, así las transformo en memoria.

Y ahora me voy a mirarte, y a conmoverme, otra vez, con tus cachetes de durazno que se avienen tan graciosamente a la ley de gravedad; tus cachetes pompas de jabón, despiertos mientras vos dormida.