Tenés un año y -casi- cinco meses, y le das besos a todo el mundo. A papá, a la tía y a mamá (ganamos por afano), pero también a los abuelos, a la tía Nati, a Renata (Tatata), a la tía Deby (Dedii), a toooodos los nenes compañeros ocasionales de colectivo.
Hace un par de semanas aprendiste a decir palabras con "o" porque viajamos con un simpatiquísimo niño llamado Renato, que se ganó tu amor rápidamente haciéndote morisquetas. Y en un viaje en colectivo de 30 minutos te aprendiste su nombre (TatatO).
Te gusta mucho saludar con la manito para "hola" y para "chau". El otro día, me levantaste la remera y saludaste a mi ombligo.
Cuando tu papá te trae del jardín, te gusta golpear la puerta y que yo pregunte "¿quién es?"; te reís a carcajadas. Y es abrir la puerta y que salga el sol en esa sonrisota (los ojos chinos y la nariz fruncida para hacerle lugar en la cara).
Cuando ves comida (porque alguien la está preparando, o porque pasamos por una verdulería), decís "¡MMMMHH!". Y cuando nos ofrecés de comer, en vez de "AMM", decís "MMANN".
Cada vez que bajamos a la estación de subte, tu dedito señala, insistente, el cartel de la película de Batman Lego, al grito eufórico de "Babbaaa"; acto seguido, señalás una publicidad de pipeta en la que posa un simpático perrito, o "baubaubaubau".
Te encanta comer banana, pero, fundamentalmente, te encanta nombrarla: "nanana".
Cuando llegás a casa después de una prolongada ausencia, te reencontrás, feliz, con tus juguetes y con Bruno (Babbo), a quien le prodigás mimos y besos tan pero tan delicados que me matan de amor.
Qué pequeño y hermoso ser humano que sos, hijita.
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