Julia, hermosa hija, ojos de estanque con pececitos, manitos de masapán, piecitos de pasta de almendra, pancita de pez globo, muslitos de papel manteca, cachetitos de pan levado, vocecita de gorrión y vocecita de monstruito.
Ahhh, Julia, Julia.
Tus manos y pies trabajan en equipo. Para tocar, tocar, tocar.
Y a veces pareciera que el mundo se inventa de nuevo cuando lo miran tus ojos.
El mundo, ese viejo sin dientes, se pone a bailar tarantela cuando lo miran tus ojos de primavera y cuando lo tocan tus pies/manos de algodón.
El mundo, una lámpara china, roja, con ribetes dorados, suspendida en el aire, inmóvil, esperando por tus ojos de luna marina para volver a vibrar.
El mundo, Julia, el mundo; te lo doy. Es tuyo. Cuidalo como sólo vos sabés cuidar: acariciándolo suavemente en las mejillas cuando despierte, por las mañanas.
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